La existencia y su devenir, las confrontaciones
constantes, esos aciertos que nos traen como consecuencia un supuesto
entendimiento “sedante” se vinculan con lo artístico.
Si
el concepto de arte es tan ambiguo, con una historia amplia, prefiero omitir estudios
bien acabados, o teorías excelsas. Así a continuación, dejaré de lado todo
academicismo, solo para volcarme a esta propia voz. Que sin embargo se topará
con otras ideas y concepciones lejanas ya transcritas, pues somos seres que
arrastramos un conocimiento ancestral, inherente a la evolución del ser humano.
En la infancia, transformados en fieles
receptores, acumulamos, evaluamos. Las fuerzas que nos preceden y acogen en
percepciones únicas, algunas veces son tan estrepitosas que necesitamos
transmitirlas, convertirlas, CREAR.
El arte se manifiesta como una especie de
proceso mágico, un entendimiento mayor entre nuestra conciencia y el universo.
Ser participes a través de obsesiones y repeticiones canónicas, nos van dando
la maestría necesaria del oficio, este encantamiento de lo que sale de uno y a
su vez, de los que con curiosidad nos observan (familia, amigos, sociedad) ya
sea para alentarnos o frenarnos, es precisamente el impulso liberador del
“hacer” (dibujar, cantar, esculpir, escribir etc.) donde creamos al mundo y si
logramos comunicar con certeza lo que alude a la esencia de nuestro ser, pues
entonces, algo prevalecerá, algo nos conducirá, nutriendo al espíritu. En el
transcurrir habitual, acostumbramos debatirnos entre el hombre natural y lo
divino, en lo primero caemos en automatismos, facilismos, afanes hedonistas. Por
ende, trascender se vuelve una tarea titánica. Gracias al talento y
perseverancia de muchos “artistas” que suelen romper paradigmas, accedemos a
una luz omnipotente.
Así
como si la vida misma fuese el espejismo de una realidad mayor, “el iluminado”
nos regala aspectos propicios de ésta, para avanzar. Al parecer, aún no podemos
alcanzar su totalidad, pues recibirla de lleno, sería acceder a otro estado
superior, del cual no todos estamos preparados para aceptarla, por eso la
intermitencia necesaria de la obra, los guiños precavidos. He ahí el peligro y
la maravilla, ¿Cuántos genios han perdido la razón? A veces el precio es
demasiado alto.
El arte nos invita a reflexionar, a
maravillarnos, a reinventarnos, ¿por qué es tan difícil abordarlo? porque
requiere de una “inmersión” y una voluntad mayor, sin embargo, su diversidad
amplifica el llamado de atención, paradójicamente además, existe un mensaje que se distingue con
claridad, para cada personalidad. Solo se debe buscar, al lograr identificarnos
con el tipo de arte que mejor se nos adecúa, sentiremos que es todo un
hallazgo, casi un enamoramiento genuino.
De esta manera, el arte, no es excluyente
ni siquiera para el más primitivo, si bien es cierto, existen lenguajes
cargados de mayor significación para aquellos que eligen estudiarlo y elaborar
profusas teorías, lo importante es que todo aporte engrandece las búsquedas.
El proceso creativo requiere de cierta
susceptibilidad y sintonía con energías superiores, es extraño constatar
fenómenos masivos en cuanto al surgimiento de ideas, que algunos artistas
trabajan y hacen proliferar, versus los que solo se quedan con el mensaje o la
inquietud. Por lo tanto hacer de lo intangible algo concreto o realizable es
fundamental.
Quisiera destacar “lo instintivo”, en
cuanto a lo plasmado como objeto conceptual, en mi caso personal, opera sobre
el resto. No existen resguardos, tampoco certezas constantes, solo en ciertos momentos
cruciales la inspiración, se convierte en determinación y embeleso atemporal.
Por lo tanto, el Arte fue, es y será: cíclico,
demandante, ambiguo, tortuoso o vivificante, revelador, conciliador, ecuación
infinita que nos acompañará como especie humana, que se dice pensante y
evolucionada.